lunes, 22 de abril de 2013

Posiblemente escriba esta carta por razones que no me coaccionan a tener que hacerlo, si discurriendo los hechos seguirás erguido en tu honra y no vas a hurgar en lo estropeado. Han pasado tantos años desde que te has ido. La casa está más fría que hace un tiempo, las flores del corredor no las he atendido lo suficiente, se ven de cartón con la cara pálida, se ladean de costado. Otto lagrimeando muy fatigado se mete entre mis piernas, reniega más que cualquier matusalén del barrio, y los tifones del municipio. No es el único que de noche en noche le surgen cóleras y migrañas, que te añora de pena y punzada en el vientre, de rabia y baldío.  Te escribo aunque fuimos errantes e infantes abrumantes, me consta que no has olvidado los días de ocaso perenne, guisando y yaciendo con zumo de agrado y sosiego.  Clara Boumén te envía saludos de vez en cuando, en mitad de la calle al supermercado. Yo no he dicho nada. No he dicho que a buena hora circulo por la avenida y los callejones planeandoté. No he contado que te has ido, ni que también he partido. Pues traigo tus flores, aquellos naipes de Irlanda, los postres en recetas demoiselles, redomas, vasijas de vidrio con Otto tras mi zancada en tu sitio vacante. Posiblemente escriba esta carta por razones que no me coaccionan a tener que hacerlo, si discurriendo los hechos es tan inútil como encenderle la luz a un niño dormido.


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